Desde proyecto PI(È)CE hace ocho años que tratamos de adentrarnos, a través de una investigación en torno a las relaciones entre palabra y movimiento, en la cuestión de las identidades individuales y colectivas, de las identidades en el proceso del viaje y cambio. Hemos vivido y compartido a través de la creación escénica el diálogo a veces difícil y conflictivo, otros, generoso y constructivo, entre personas de diversas edades en el contexto de los barrios del Raval y del Poble Sec de Barcelona; desde migrantes recién llegados, hasta aquellas que llegaron a la ciudad en los años cincuenta o sesenta desde otros lugares del estado español durante la dictadura franquista, hasta los alumnos de las aulas de acogida de los institutos, recién llegados de Filipinas, Pakistán, Marruecos, República Dominicana y hasta 27 nacionalidades, así como hijos de inmigrantes ya nacidos en Cataluña.

A través de un trabajo de movimiento y de ejercicios de escritura conducida, hemos construido espectáculos intergeneracionales, con diversas lenguas y expresiones culturales en escena, a menudo de carácter onírico -aunque no siempre- o basados en un discurrir de la memoria. A lo largo de estos años hemos observado un campo de tensiones que trabaja a otro nivel: la relación entre la identidad individual y una forma de identidad colectiva que, lejos de cualquier cuestión identitaria relacionada con demarcaciones nacionales que se vinculan a una tierra y a una lengua, creemos que representa la verdadera cultura hegemónica: la sociedad de consumo y la creciente homogeneización a todos niveles que genera.

En la propuesta de este año, en el marco del Festival Grec de Barcelona 2019, el equipo creativo de PI(É)CE propuso una producción con un grupo de unos quince jóvenes que han participado en otras ediciones del proyecto, así como la intervención de las personas mayores que nos han acompañado durante todos estos años.

Pier Paolo Pasolini, en sus proféticas Cartas luteranas, los artículos que publicó él mismo año de su muerte misteriosa, reflexiona en torno a cómo la sociedad de consumo, que concibe como una nueva forma de fascismo, consigue con facilidad lo que el fascismo clásico no llegó a obtener jamás en esta dimensión: la destrucción de las diversas realidades particulares que se han producido en nuestros países de forma muy diferenciada históricamente. En un artículo en concreto, Los jóvenes infelices, reflexiona sobre los adolescentes nacidos a partir de los años 70, es decir, después de la explosión de los medios de masa, y a los que pertenecemos tanto nosotros como creadores del proyecto como los alumnos de los institutos con los que trabajamos.

Partiendo de Los jóvenes infelices entre otros textos en torno al problema de las generaciones como marco de referencia, hemos querido construir una pieza escénica, desde el movimiento y la palabra, alrededor de todo este paisaje conceptual, con humor, pero también –¿por qué no?– con virulencia.