¿QUÉ ES PI(È)CE?
El proyecto intergeneracional de creación escénica PI(È)CE, inicia su andadura en 2011, bajo la coordinación y dirección artística de Constanza Brnčić, Albert Tola y Julio Álvarez y producido por el teatro Tantarantana de Barcelona. A lo largo de estos años ha sido constante la colaboración con el músico Nuno Rebelo y la polifacética artista Beatriz González Magadán.
En su primera edición se trataba de un taller de creación escénica dirigido a jóvenes del Raval que se realizaba fuera del horario escolar. En las siguientes ediciones se incorporan personas mayores del barrio y se empieza a trabajar en los Institutos públicos de la zona, en horario lectivo y en colaboración con el equipo docente de los centros. El resultado es una experiencia artística y social que propicia dinámicas de escucha y reflexión sobre los procesos de aprendizaje, sobre el lugar y la función de la práctica artística y en definitiva, sobre el entorno social, político y económico de las personas implicadas. A través de la palabra, del cuerpo y el movimiento, a través de los encuentros entre personas de distintas edades, procedencias y lenguas, proponemos una inmersión en un proceso de creación colectiva: el resultado se presenta en el teatro, que abre sus puertas a otros públicos, a otras miradas.
¿Cómo trabajamos?
En PI(È)CE acogida el proceso consiste en ensayar en las aulas de los institutos públicos de la ciudad durante horas lectivas. Con la complicidad de algunas personas mayores del barrio, creamos colectivamente una pieza escénica. El trabajo busca predisponer a estudiantes, profesores, artistas y voluntarios a un estado de escucha y atención. En este sentido la escucha es la línea maestra que abarca todos los aspectos de nuestro proyecto, es el principio metodológico que nos guía durante los ensayos.
Debido a esta metodología, resulta imposible anteponer una forma o un contenido temático al encuentro con el grupo, si bien en las últimas ediciones han emergido de manera natural temas como la identidad y la memoria. Atendemos a lo que aflora y lo hacemos crecer intuitivamente.
El proceso de escucha implica a menudo un proceso de traducción. Traducimos los gestos, las palabras, la forma de ocupar el espacio, la mirada, de los/las otros/as. Y en ese ejercicio de traducción, se revelan las ignorancias, se conecta con otros aspectos de la comunicación, con otros estratos de significado. El mismo “no entender” a la otra persona a veces ofrece un espacio libre de prejuicios desde donde mirarnos.
La experiencia de estos años nos ha conducido a trabajar a menudo sobre los sueños como punto de partida para la creación de paisajes oníricos. La improvisación desde el cuerpo, el movimiento y la escritura automática, generan un modo indirecto de crear materiales así como de exponerlos, y conceden al pudor una fuerza expresiva notable que marca un tono escénico muy específico y raro en este tipo de espectáculos. El trabajo de creación musical también parte de las posibilidades y habilidades de los participantes, así como de la inserción, durante el proceso, de objetos sonoros e instrumentos sencillos con los que se crea un universo musical y sonoro particular en cada pieza. La música está estrechamente vinculada a las acciones escénicas y se crea o aparece en el propio proceso de construcción de la pieza.
Esta textura onírica vehicula un encuentro entre la coreografía, la palabra y la música, nacido de la escucha y la complicidad de nuestra colaboración como coreógrafa, dramaturgo y músico. Así, a lo largo de los años, se ha ido fraguando un lenguaje escénico propio, en el que confluyen estos tres niveles.
CUERPO, PALABRA, MÚSICA: TRES NIVELES DRAMATÚRGICOS
La construcción dramatúrgica de la pieza, como decíamos, se compone de tres niveles: el cuerpo, la palabra y el sonido. Cada uno de estos tres niveles nace y se desarrolla a partir de las temáticas que afloran en el proceso. En el trabajo musical, se busca crear un universo sonoro propio de cada pieza, que nace del gesto de los intérpretes, de su manera de recorrer el espacio y también de lo que la propia narrativa escénica requiere. Así, los participantes pueden cantar, hacer sonidos con diversos objetos, bailar con músicas que el músico propone y compone. El trabajo coreográfico está muy atento a esta vinculación con el sonido, así como la palabra que se dice en escena también atiende a la musicalidad general de la pieza. Los tres niveles componen una dramaturgia compleja en la que los sonidos y las palabras resuenan en el gesto del cuerpo, el movimiento genera sentido y también sonido y en la que se abren una gran diversidad de posibilidades de lectura.
Debido a esta metodología, resulta imposible anteponer una forma o un contenido temático al encuentro con el grupo, si bien en las últimas ediciones han emergido de manera natural temas como la identidad y la memoria. Atendemos a lo que aflora y lo hacemos crecer intuitivamente.
El proceso de escucha implica a menudo un proceso de traducción. Traducimos los gestos, las palabras, la forma de ocupar el espacio, la mirada, de los/las otros/as. Y en ese ejercicio de traducción, se revelan las ignorancias, se conecta con otros aspectos de la comunicación, con otros estratos de significado. El mismo “no entender” a la otra persona a veces ofrece un espacio libre de prejuicios desde donde mirarnos.
La experiencia de estos años nos ha conducido a trabajar a menudo sobre los sueños como punto de partida para la creación de paisajes oníricos. La improvisación desde el cuerpo, el movimiento y la escritura automática, generan un modo indirecto de crear materiales así como de exponerlos, y conceden al pudor una fuerza expresiva notable que marca un tono escénico muy específico y raro en este tipo de espectáculos. El trabajo de creación musical también parte de las posibilidades y habilidades de los participantes, así como de la inserción, durante el proceso, de objetos sonoros e instrumentos sencillos con los que se crea un universo musical y sonoro particular en cada pieza. La música está estrechamente vinculada a las acciones escénicas y se crea o aparece en el propio proceso de construcción de la pieza.
Esta textura onírica vehicula un encuentro entre la coreografía, la palabra y la música, nacido de la escucha y la complicidad de nuestra colaboración como coreógrafa, dramaturgo y músico. Así, a lo largo de los años, se ha ido fraguando un lenguaje escénico propio, en el que confluyen estos tres niveles.
OBJETIVOS
El objetivo general del proyecto es crear un espacio de encuentro entre personas de distintas edades, procedencias, lenguas y estratos sociales que raramente hallan la ocasión y el lugar para escucharse. A través del proceso de creación, buscamos propiciar un ambiente de trabajo en que nos acompañemos las unas a las otras en la construcción de algo en común.
La creación de una pieza escénica que se presenta en el teatro, es el resultado tangible de este proceso. Esta pieza escénica quiere responder a una serie de objetivos artísticos: una investigación y experimentación de la relación cuerpo/lenguaje/sonido; una revisión crítica de la naturaleza de lo escénico; una búsqueda de otras formas narrativas y una exploración de lo que significa danzar para cada una de nosotras.
Responde también a una serie de objetivos pedagógicos: propiciar la posibilidad de expresión, en la colectividad, de la emoción y la mirada sobre las cosas de cada uno de los participantes, así como el trabajo en equipo; fomentar la responsabilidad, el cuidado del otro, el respeto; ofrecer herramientas esenciales para el aprendizaje como la estructuración del pensamiento, la conceptualización, la capacidad analítica, sintética y crítica; un mejor conocimiento del propio cuerpo, de las capacidades expresivas propias -tanto a nivel de lenguaje como de movimiento y musical- y el desarrollo de la memoria afectiva; explorar la intimidad creativa con la palabra, el movimiento y la música; despertar una cercanía y un disfrute no impuesto, sino participado, con las prácticas artísticas contemporáneas.
Por último, el proyecto busca generar nuevos públicos, abrir los espacios de exhibición de las artes contemporáneas a los barrios y expandir su ámbito de influencia.
DOS NUEVOS RETOS
Dejándonos guiar por estos objetivos y profundizando en esta práctica, en los cuatro últimos años hemos desarrollado dos ámbitos nuevos de acción. Por un lado, la creación de PI(È)CE COMPAÑÍA, que reúne a todas aquellas personas que durante estos diez años de trabajo hemos conocido y que se han sentido interpeladas e identificadas con el proyecto queriendo así profundizar y darle continuidad a su propia aventura escénica. La primera producción de este grupo es Li diuen mar (2016), en el marco del Festival Grec y estrenada en el Teatro del CCCB. La segunda gran producción llega en 2019, también en el marco del Festival Grec y en el Teatro del CCCB, con el título Oi Néoi (els nous), con gran éxito de público y crítica. Esta compañía es permeable a nuevas incorporaciones y trabaja en una dinámica más profesionalizadora, profundizando en las técnicas y la investigación escénicas propias de un proceso de creación artística.
Por otro lado, entre 2018 y hasta 2021, PI(È)CE forma parte del proyecto europeo RAPPORT, subvencionado por el fondo Creative Europe de la Unión Europea. En este proyecto hemos compartido metodologías e intercambiado experiencias con los socios ACTA Theatre (Inglaterra), Historieberattarna (Suecia), Teatr Grodzki (Polonia). El resultado del proceso han sido las dos piezas audiovisuales This place 2020 y Scrapbook 2021.