Strange fruits es un trabajo escénico interdisciplinario, que amalgama la danza, la música, la textualidad, el trabajo con objetos y la tecnología aplicada a la escena. La pieza contiene tres dimensiones innovadoras: la interdisciplinariedad, la transcolectividad y la investigación artística continuada. La interdisciplinariedad, en la cual se fundamenta, pone énfasis en las interrelaciones entre lenguajes escénicos. La transcolectividad acontece por el hecho de que ya no se trata de un proyecto dirigido a cierto colectivo con ciertos rasgos identitarios, sino un proyecto que, precisamente, cuestiona en su raíz esta identificación estigmatizante de los individuos a ciertos rasgos –a menudo heridas–, cuestiona todo gesto de fetichismo de la herida, ya sea por condición social o económica, que conforma una identidad –el hecho de ser migrante, de ser abuela, de ser adolescente migrante, de ser mujer, de ser gay– y genera un espacio performativo para experimentar y cuestionar, para transgredir estas reducciones identitarias. Así, en Pi(È)CE, nos encontramos personas de todas las edades (de los once a los ochenta y siete años), de muchos países diferentes, hasta 27, con lenguas, culturas y creencias diferentes, con posiciones diversas sobre nuestra identidad de género, con situaciones económicas y sociales diversas, e incluso con estatutos de arraigo en el territorio diferentes. Y jugamos continuamente a desestabilizar estas categorías. La investigación artística continuada es llevada a cabo en torno a la investigación de las relaciones entre la palabra y el movimiento.